Halajot Joshen Mishpat
Llegó un caso sobre una mujer llamada Sara, quien es una diseñadora gráfica, y resulta que otra mujer llamada Lea le pidió que por favor le diseñara un aviso para una campaña que iba a hacer. El problema fue, que al parecer Lea no estaba 100% decidida de lo que quería y cómo lo quería, y por ende agotó rápidamente los cambios que estaba permitido hacer para cada cliente una vez recibida la versión inicial del trabajo gráfico, lo cual eran 10 cambios, y siguió pidiendo más. Sara, por otro lado, al comienzo quiso actuar con buena voluntad y realizó un par de cambios más que se habían pedido por parte de Lea, a pesar de que eso supera los cambios permitidos que incluía su trabajo.
Cuento corto, Lea pidió un par de cambios más, y Sara le dijo que desgraciadamente ella no podía continuar realizándose cambios a su trabajo ya que le estaba tomando demasiado tiempo, y ese tiempo le impedía poder seguir avanzando con otros trabajos que ella tenía que entregar, por ende, le pedía que por favor tomará el trabajo de diseño que se había realizado hasta ese día, y pague el monto que se había pactado por el trabajo desde un comienzo. Sara pensaba que Lea, su clienta, iba a entender obviamente la situación, entendiendo que ella recibió más modificaciones que cualquier otra persona y que iba a pagar por el trabajo llevándose lo que se hizo. Sin embargo, para su sorpresa, Lea le dijo que ella desde un comienzo se había comprometido pagar por un diseño que cumpliera con lo que ella necesitaba, y ella encontraba que el diseño al cual se había llegado, todavía no suplían las necesidades que ella buscaba desde un comienzo, etc, etc. Esto, lógicamente comenzó a hacer enojar a Sara, quien había trabajado con mucho esfuerzo y más de lo que debía por aquel trabajo, y ahora se encontraba con que aquella clienta no quería pagar por el trabajo hecho, y ya le había dedicado mucho tiempo. Finalmente, dentro de su inmenso enojo, Sara le dijo a la clienta Lea: “¿Sabes qué más? No me pagues nada y déjame tranquila, deja de hacerme perder mi tiempo.”
Esta mujer Lea volvió a su casa y comentó lo sucedido con su marido, quien resultó ser un hombre que estudia Toráh. Al escuchar el caso, y escuchar que la diseñadora había perdonado el pago del trabajo que había hecho dentro de su enojo, y no lo hizo dentro de un estado de calma, entendió que podría haber algo que no está bien, y por ende decidió preguntar cuál es la ley halájica respecto a esto. Es decir, si acaso aquel perdón que hizo Sara se considera un perdón absoluto y genuino, o no, por el hecho de haber sido dentro de su enojo no se considera un perdón y resulta que ellos en realidad si tienen que pagar el trabajo que ella realizó a pesar que perdonó dentro de su enojo. Y la halajá es la siguiente.
Rabenu Yerujam [Meisharim Netiv 29, tomo 4] escribió que en un caso donde un trabajador tiene la obligación de no dejar el lugar de su trabajo (cómo por ejemplo en un caso donde le genera un pérdida al dueño de casa, ver siman 333, seif 5) , entonces si es que el empleador se enojó con unos de sus trabajadores y le dijo “Lej Meïmadí” (Desaparece de mi sector), en un caso como este, si es que le hubiera dicho sin enojo y frente a dos personas, aquel trabajador queda exento de tener que seguir trabajando pudiendo dejar el sector y si es que ya le pagaron no tiene por qué devolver su sueldo [Shaj, seif katan 49], sin embargo, si es que el empleador dijo aquello solamente dentro de su enojo, resulta que aquello no se considera como un perdón, y en consecuencia si es que el empleador le pide seguir trabajando, aquel trabajador tendría prohibido dejar el sector (así fue decretado para la halajá en siman 333, seif 8, por el Rama). De acá vemos claramente que un perdón el cual fue realizado dentro de un enojo, no se considera perdón.
En realidad, unas cuantas autoridades halajicas contemporáneas explicaron esta ley basándose en un Rambam [Hiljot Mejirá, capítulo 5, halajá 11-13] donde aparece que cuando existe un perdón se tiene que estar seguro que aquel perdón fue concedido con conciencia clara y absoluta voluntad, y no dentro de un ambiente de falta de seriedad, y traen que lo mismo se aplica en caso de que el perdón haya sido concedido con enojo [Shut Guinat Veradim, Joshen Mishpat, regla 3, siman 46; Maharit, tomo 2, Joshen Mishpat, siman 118; Jeshev Ha´Efod, capitulo 17, halajá 19]. De todas formas, hay quienes agregaron que si es que la persona concedió el perdón no solamente a través de palabras, sino que también lo acompañó con un acto el cual demuestra que esta perdonando, en ese caso incluso si es que fue hecho dentro de un enojo, aquello se considera un perdón, y solamente cuando el perdón fue concedido verbalmente dentro de un enojo es que decimos que aquel perdona no es real [Imré Bináh, Dayanim, siman 20, seif katan 5; Dovev Meisharim, tomo 2, siman 38; tomo 3, siman 34; Mishpat Shalom, siman 209, seif katan 21].
Sin embargo, el libro Torat Jaim [Baba Batra, 160b; Sanhedrin 110b] divergió con esta ley, trayendo pruebas de que incluso un perdón que fue concedido dentro de un enojo se considera perdón, y por ende la persona de la cual se estaba demandando el pago queda exenta de pagar producto de ese perdón, incluso si es que se dijo dentro de enojo.
Y el libro Imré Bináh escribió que por el hecho de que, tal como lo vemos, existe una divergencia de opinión respecto a esto, y el demandado en este caso es el “Mujzak”, es decir, el demandado es quien tiene en su poder el dinero que se está demandando de él y se lo quiere sacar de su posesión, resulta que el demandado puede decir “Kim Li”. ¿Qué es “Kim Li”? “Kim Li” es una regla halájica respecto a juicios monetarios rabínicos, la cual Maran Rabenu Övadiah Yosef [Yabiä Omer, tomo 7, siman 2] escribió extensamente sobre ella, y básicamente establece que cuando existe una divergencia de opinión entre las autoridades halajicas sobre alguna ley monetaria, la persona que se encuentra “Mujzak” (posee el dinero en su poder) puede pedir que el juicio se lleve de acuerdo a una de esas opiniones que divergen sobre aquel ley, incluso si es que esa opinión que elige le favorece en el juicio, esto dado que él se encuentra “Mujzak” en el dinero. Por ende, basado en esto, el Imre Bináh trajo que en caso de que el perdón haya sido dicho dentro de un enojo, la persona quien tiene el dinero en su poder, puede decir “Kim Li” como la opinión de aquellos que un perdón realizado dentro de enojo sí se considera perdón, y quedar así exento de tener que pagar.
Sin embargo, esto no es tan simple, ya que el Rashba [Shut, tomo 6, siman 5] escribió que un perdón se considera como un regalo, escribiendo respecto al caso de una mujer la cual existe la duda si acaso perdonó el pago de su “Ketuváh” a su marido o no, y trayendo ahí que el marido se considera “Motzí” (quien está sacando el dinero del prójimo, ya que el marido es quien desea recibir el regalo del perdón del pago), y poseemos una ley que dice “Ha´Motzí mi´javeró älav ha´reaya” (Quien desea sacar un dinero de su prójimo, es él quien tiene que traer una prueba que la ley se encuentra favoreciéndolo a él y por ende puede sacar ese dinero que se encuentra en poder de su prójimo), por ende el marido es quien tiene que traer la prueba de que ella le perdonó el pago de la “Ketuváh”, y así poder recibir el regalo del perdón. Quiere decir, que a pesar de que existe una divergencia de opinión respecto a si un perdón realizado dentro de enojo se considera perdón, igual así, por el hecho de que el perdón se considera un regalo, resulta que la persona quien desea quedar exento del pago tiene que traer una prueba de que la halajá es como aquellos que opinan que un perdón dentro de un enojo se considera perdón y así poder quedar exento de pagar.
Volviendo a nuestro caso, donde la diseñadora Sara perdonó el pago del trabajo a la clienta Leah por motivos de enojo, vemos que el decreto en realidad recae sobre unas cuantas dudas, y no es tan simple venir y decir que por el hecho de que Sara le perdonó el pago a Lea entonces queda exenta de pagar.
Como halajá práctica, luego de analizarlo con parte de nuestro equipo, llegamos a la conclusión que es difícil aceptar como un perdón genuino un perdón que vino generado por un estado de enojo, y por ende, en nuestro caso, Lea deberá pagar el trabajo realizado por Sara, a pesar de que Sara le perdonó el pago producto del enojo.