PARASHAT MISHPATIM
En Parashat Mishpatim, la Toráh nos trae cincuenta y tres mitzvot, entre ellas hay veintitrés mitzvot “Äseh” (mitzvot positivas), y treinta mitzvot “Lo Taäseh” (mitzvot negativas), y entre las mitzvot que nos trae la Toráh, se encuentra la prohibición de robar, tal como la Torah dice [Shemot 21:37]: “Ki ignov ish”” (si es que un hombre roba).
Cuando nosotros vemos que una persona comete una transgresión, lo que sucede la mayoría de las veces naturalmente es enojarnos con aquella persona y la menospreciamos. Sin embargo, la Toráh viene y nos enseña que a pesar de que es sumamente grabe que una persona cometa una transgresión, de todas formas, por el hecho de que una persona al transgredir no lo hace por voluntad propia, sino que es su instinto del mal (Yetzer Ha´Rä) quien desvía a la persona y la convence de transgredir, resulta que aun se debe conducir con respeto hacia esa persona y honrarla, a pesar de que haya transgredido.
¿Dónde lo vemos esto? Una persona que roba, según la Toráh aquella persona no se va a la cárcel, sino que tiene pagar lo que robó. En caso que no tenga como pagar, entonces debe venderse a sí mismo como esclavo de la persona a quien le robó y con eso paga su robó. Sin embargo, a pesar de todo esto, vemos que la Toráh igual así le entregó muchos privilegios al ladrón. Por ejemplo, si es que el ladrón reconoce el robo, queda exento de tener que pagar el doble de lo que robó, lo cual es una sanción por el robo. Por otro lado, si es que robó un toro o un cabrito y luego vendió o sacrificó el animal de tal forma que ya no tiene forma de devolverlo, dice la Toráh que si es que se trata de un toro deberá pagar cinco veces el valor del animal y si es que se trata de un cabrito deberá pagar cuatro veces el valor. ¿Cuál es el motivo de esta diferencia? Ya que por el hecho de que el ladrón tuvo que cargar el cabrito sobre el hombro al robarlo, resulta que se sometió a una situación de vergüenza, y producto de esa vergüenza la Toráh tuvo misericordia por él y exigió que pague solamente cuatro veces el valor del animal y no cinco veces como el caso de un toro. Otro privilegio que la Toráh le entrega a este ladrón, es que si es que su amo tiene solamente una almohada, es el esclavo quien recibe la almohada y no su amo, a pesar de que el esclavo es quien le robó. Todo esto ¿Por qué? Para entregarle honor a la persona, a pesar de su transgresión.
Sin embargo, toda persona quien ve esto se pregunta: “¿Cómo puede ser que le estemos entregando honor a una persona quien acaba de robar? ¿Acaso no estamos de alguna u otra forma fomentando que este ladrón siga robando al mostrarle que a pesar de que robó nos seguimos dirigiendo hacia él con honor? Debiéramos habernos conducido con él de la forma en que se conducen las cortes de juicios de hoy en día, quienes denigran a los ladrones y les aplican sanciones de castigo que están lejos de considerarse honorables, dado que solamente de esta forma podríamos asegurar que aquel persona no vaya a volver a robar nunca más en su vida. ¿Cierto?
Pero la Toráh no opina así, y es acá justamente donde la Toráh nos viene a entregar un elemento primordial para la vida: Hay que saber, que cuando se denigra y menosprecia a una persona, esta persona se rompe en pedazos pequeños e inmediatamente se da por vencido de cualquier posibilidad de poder hacer Teshuváh y corregir su error. Sin embargo, si es que honramos aquella persona, esforzándonos por disminuir su sufrimiento y le mostramos que le estamos dando otra chance, solamente en ese caso existe la posibilidad de que aquella persona tome las riendas de su vida y vuelva al camino correcto, lo cual obviamente debe ser nuestro objetivo final.
En Parashat Emor la Toráh dice [Vaykra 21:4]: “Lo itamá baäl be´ämav le´hejaló” (Un marido no se impurificara por una mujer la cual causa su denigro mientras ella es un miembro de su pueblo), lo cual de acá aprendemos que un Cohen tiene prohibido impurificarse por un muerto, como por ejemplo asistiendo a un entierro en el cementerio, pero si tiene permitido impurificarse por sus siete familiares cercanos, y entre ellos se encuentra también su esposa. Sin embargo, todo esto es siempre y cuando el Cohen se haya casado con una mujer que tiene permitido casarse con ella. Pero ¿Qué sucede si es que se casó con una mujer que tenia prohibido casarse con ella, como por ejemplo con una mujer divorciada? Dice la Guemará en Masejet Yevamot [22b]: “Yesh baäl she´metamé ve´yesh baäl she´eino metamé” (Hay un marido el cual se impurifica y hay un marido el cual no se impurifica), es decir, hay un marido Cohen el cual se impurifica por su mujer difunta, pero por otro lado hay un marido Cohen que no se impurifica por su mujer, como por ejemplo en el caso de un Cohen que se haya casado con una mujer que tenia prohibido casarse con ella, que en ese caso él tiene prohibido profanar su santidad por aquella mujer e impurificarse.
Onkelos (traductor de la Toráh al arameo) traduce el verso de la Toráh que dice: “Lo itamá baäl be´ämav le´hejaló” escribiendo: “Lo istaev rabáh be´äméh le´ajaluté” (No se impurificará el grande en su pueblo). Sobre esto explica el Ramban que el motivo por el cual el Cohen tiene prohibido impurificarse es dado que se considera “Baäl Be´Ämav”, es decir, una persona honrada en su pueblo. Sin embargo, al leer esto, la pregunta que surge es la siguiente: Nosotros podemos entender que un Cohen quien se casó con una mujer “kesherá” (valida) para casarse con él, lo podemos considerar “Baäl Be´Ämav” (una persona honrada en su pueblo), pero en el caso de que se trate de un Cohen quien actuó de forma atrevida y estuvo casado durante años con una mujer que no era valida para casarse con él, y sin importar las advertencias que se le dieron, él ignoró todo y siguió viviendo con esta mujer de forma prohibida, ¿Cómo podemos llamarlo “una persona honrada”?
Sobre esto dice el Admor “Bet Israel” Mi´Gur que la Toráh nos viene a enseñar que incluso si es que el Cohen menospreció su Kehuná y la profanó, frente a los ojos de la Toráh aun se sigue considerando una persona honrada y sigue teniendo prohibido profanar su “Kehunáh”.
Una vez llegó donde el Admor Mi´Babov un hombre que se veia como uno de los Jasidim de su minian, y le pidió al Admor que asista a un “Shevä Berajot” que estaba realizando para su hija pequeña quien recién se había casado y deseaba invitarlo cordialmente. Sin embargo, el Admor le dijo a este hombre: “¿Por qué voy a asistir a tu evento? Perdóname pero ni siquiera te conozco, y tengo otros cuantos eventos a los cuales debo asistir también.” Pero el hombre no se dio por vencido y le dijo al Admor: “Si es que el Rebe llega a venir a mi evento, se va a alegrar mucho y me va a bendecir”, diciéndoselo con un tono que despierta la curiosidad.
El Admor finalmente se convenció y aceptó asistir. Cuando llegó al evento, el hombre dueño de casa que lo había invitado se alegró mucho, y luego se dirigió donde el Admor y le dijo: “Kevod Ha´Admor, deseo contarle un historia si es que me lo permite. Yo se que el Rebe no se acuerda de mi. Pero antes del holocausto, yo era el “Jazan” (quien lidera los rezos de la congregación) en Babov (la comunidad del Admor). Sin embargo, las aflicciones que pase durante el holocausto, afectaron mi nivel de Emunáh, y comencé a fumar en Shabat.
Después del holocausto, levante una pequeña Sinagoga de la Jasidut, y cuando usted pasó por ahí con su hijo, me vio ahí, e inmediatamente se dirigió hacia mi con afección, diciéndome que usted se acuerda de los rezos que yo realizaba cuando era el Jazan de Babov, y no dudó en invitarme para que asista a su comunidad en Shabat y así usted pueda hacerme pasar frente a la Tevá y actuar como Jazan de su comunidad.
Yo intente negarme a la invitación, pero usted me terminó convenciendo, por lo que asistí a su Sinagoga y recé frente a todos, lo cual causó que usted me diga “Yshar Koaj” unas cuantas veces.
En el próximo Shabat, me pare en una de las calles de la ciudad y comencé a fumar un cigarro. Usted me vio, y lo único que me dijo es que lo había pasado muy bien en el Shabat anterior, y que quería que vuelva a asistir este Shabat a su Sinagoga para actuar como Jazan del rezo.
Su hijo se encontraba al lado suyo al momento en que me pidió que vuelva a actuar como Jazan este Shabat, y le dijo: “¡Aba, este hombre profana Shabat! ¿Acaso vamos a traer a Babov a un Jazan que profana Shabat?”. Y usted le contestó amablemente a su hijo, que no era yo quien estaba profanando el Shabat, sino que el Hitler malvado que traía dentro mío era quien me estaba causando profanar el Shabat.
Me acuerdo que volví a asistir a su Sinagoga en aquel Shabat, y me pidieron que me quedara para el Kidush después del rezo. Desde ese entonces Rebe, comencé a fortalecerme más y más en mi cuidado de la Toráh y de las mitzvot. Debo decirle, que si es que hoy me veo como un Jasid más del minian, y mis decenas de nietos son personas que cuidan la Toráh y las mitzvot, es solamente porque usted tuvo la sabiduría de ver dentro de mi que no era yo quien estaba profanando el Shabat, sino que la desesperación y la falta de esperanza que venia arrastrando después de lo que sufrí en el holocausto, eso era lo que me llevó a profanar el Shabat. Cuando vi su actitud y el honor que le brindó a mi persona, recibí la fuerza necesaria para volver a fortalecerme”. Solamente para que veamos lo que puede resultar de una actitud de honor y respecto hacia alguien que se tropieza con una transgresión.
Rabotay, no por nada esta Parashá de Mishpatim es la primera que se escribió posterior a Matan Toráh (El recibimiento de la Toráh), esta Parashá viene inculcarnos la conciencia de que incluso si es que una persona comete una transgresión, tenemos prohibido romperlo y denigrarlo. Al contrario, si es que de verdad queremos acercarlo y fortalecerlo (lo cual siempre debiera ser nuestro objeto principal), debemos saber siempre darle esperanza, y a través de darle esperanza existe la posibilidad de que vuelva al camino del Rey B”H.
Shabat Shalom u´m´Voraj