Qué nos enseñan los “Arbaät HaMinim” respecto a la Alegría
Qué nos enseñan los “Arbaät HaMinim” respecto a la Alegría
Rabi Ben Tzion Felman zt”l, en la introducción a su libro “Shalmé Todáh” sobre la festividad de Sucot, trae una palabras increíbles que pueden darnos una dirección sobre la esencia de la alegría.
El trae ahí una carta que le envió el Gaon de Vilna a su hermano Rabi Avraham, en donde lo invitaba formalmente a que pase a vivir en ciudad para que puedan estudar juntos Jabruta en Vilna, la ciudad donde vivía el Gaon. Si es que el Gaon de Vilna le ofrece a alguien que venga a estudiar Jabruta con él, ya de por sí es algo increíble difícil de digerir siquiera.
Sin embargo, la respuesta que le entrego su hermano Rabi Avraham fue algo que sorprendió a todos. Viene Rabi Avraham y le dice que esta impedido de contestar al ofrecimiento del Gaon dado que su mujer no acepta ir…
Lo más increíble de todo esto es que ¿Acaso de verdad puede ser que su mujer no haya querido que él vaya a estudiar y se convierta en el Jabruta de su hermano quien era nada más y nada menos que el Gaon de Vilna? Es muy difícil siquiera pensar algo así, ya qué ella con seguridad sabia muy bien quien era el Gaon de Vilna quien era considerado el Guedol HaDor en aquellos tiempos y entendía el nivel de merito que significa recibir una invitación de este tipo, e incluso si es que dijéramos que no, que ella no entiende la importancia de la invitación que acaba de recibir su marido, ¿Acaso seria imposible convencerla de hacer algo así considerando este tremendo merito que recayó sobre su marido?
Cuando Rabi Avraham le explicó al Gaon de Vilna el motivo del porque tuvo que dejar pasar la oportunidad de estudiar juntos, de un segundo a otro desaparecieron todos los signos de pregunta. Y esta fue su respuesta:
“Tal como bien lo sabes, Europa al tener un clima frio no es un lugar apropiado para cultivar Etroguim, por lo que los Yehudim que vivían ahí se veían obligados en comprar Etroguim que eran importados de lugares lejanos para la festividad de Sucot. Igual así, la cantidad de Etroguim que lograban importar era limitada, y tal como sucede con todo producto el cual posee una gran demanda y una pequeña oferta, el precio de cada Etrog era astronómico. Hace unos cuantos años, cuenta Rabi Avraham, hubo un escasez de Etroguim fuera de lo común, a tal punto que a su ciudad llegó solamente un Etrog y nada más. El precio de este Etrog, obviamente, se elevó hasta los cielos. No era adquirible por alguien de la comunidad, ya que donde vivía Rabi Avraham eran persona de bajos recursos, por ende la persona quien estaba vendiendo el Etrog decidió que iba a continuar hacia la otra ciudad para ver quien se lo compraba ahí.
Rabi Avraham estaba muy afligido, pero igual así, en su mente ya se estaba logrando aceptar el decreto que se había decretado del Cielo para él en aquel año donde al parecer no iba a poder contar con un Etrog para cumplir con la mitzváh de “Arbaät Ha´Minim”. Sin embargo, su mujer, no aceptó quedarse tranquila con el decreto y con ver a su marido afligido por no poder cumplir con la mitzváh. Por lo que fue donde su marido y le dijo: “Baruj H´, tenemos una casa que nos pertenece. Vendamos nuestra casa, y con el dinero que recibamos podremos comprar el Etrog, y el resto que nos sobre lo utilizaremos para comprarnos un departamento más chico donde podremos vivir el resto de los años que nos queda. Vivimos nosotros dos solos, no necesitamos esta casa tan grande, por lo que es preferible venderla y que podamos cumplir con la mitzváh de los “Arbaät Ha´Minim” envés de que perdamos la oportunidad de esta mitzváh por querer quedarnos con una casa más lujosa”.
Y así fue. Vendieron la casa, compraron el Etrog, y al cabo de un par de días pasaron a vivir a un departamento pequeño que lo pudieron comprar con el dinero que había sobrado.
Continuó Rabi Avraham en su respuesta hacia su hermano el Gaon de Vilna y le dijo: “Hermano querido, cuando le dije a mi mujer la oferta que había recibido de parte tuya de movernos a Vilna para poder estudiar Toráh con el Gaon, ella se negó, y el motivo por el cual se negó en realidad es absolutamente entendible y personalmente incluso lo comparte, ya que me dijo lo siguiente: “Desde que vendimos la casa para comprar el Etrog, cada vez que paso por fuera de nuestra antigua casa, la miro atentamente y me lleno de alegría diciendo en mi corazón: Esa es la casa que tuvimos el merito de vender para poder comprar un Etrog Mehudar y cumplir con una mitzváh Del Creador. La veo aquella casa, e inmediatamente me lleno de una satisfacción absoluta del simple hecho que hayamos tenido el gran merito de hacer algo como lo que hicimos en aquel día, no hay forma de explicar y dimensionar lo que siento, paso por ahí y se me pone la piel de gallina. Esa satisfacción que logro sentir al pasar por ahí, es algo que me inyecta vida en cada órgano de mi cuerpo, siento que revivo cada vez que paso por ahí. Y por el hecho de que pasarnos a vivir a Vilna significaría en otras palabras tener que dejar de poder sentir aquel satisfacción y aquel sensación de vida que siento al pasar por fuera de aquella casa y mirarla atentamente, me veo obligada de negar la tremenda oferta que te hizo el Gaon de Vilna, a pesar de que se muy bien el nivel de merito que significa y la importancia que involucra estudiar Jabruta con él”.
¡Rabotay! Esta historia no es un invento, esta historia es real, es una historia que nos muestra un aprecio por una mitzváh a un nivel que llega a ser difícil poder imaginarnos, un nivel de aprecio a tal punto que una persona estuvo dispuesta a ceder su cómoda y lujos cómoda y lujosa, lo cual es probablemente la cosa material más importante que tiene toda persona, ya sea monetariamente como sentimentalmente, y todo por el valor de una mitzváh en donde pueda realizar la voluntad Del Creador. Sin embargo, la pregunta es, ¿Cómo se puede hacer algo así? En nuestra vida diaria donde cada segundo y segundo nos topamos con este tipo de pruebas, donde tenemos el dilema entre un sentimiento y un valor. Por ende, ¿Cómo se llega a este nivel?
La respuesta, se encuentra en una de las mitzvot que tenemos en la festividad de Sucot, donde viene la Toráh y nos dice: “U´lkatjtem lajem ba´yom ha´rishon, peri ëtz hadar, capot temarim, va´änaf ëtz ävot, ve´ärvé najal” (Y tomaran para ustedes en el primer día, un fruto del árbol – que hace referencia al Etrog, y ramas de dátiles – que hace referencia al Lulav, y ramas de un árbol de ävot – que hace referencia al Hadas, y ärvé najal – que hace referencia a las Äravot) y luego continua la Toráh y nos dice: “U´smajtem lifné H´ Elokejem, shivät yamim” (y se alegraran frente a H´ su D´s durante siete días). Por favor, pongamos atención a cada palabra que nos dice la Torá acá.
Nuestros sabios nos explican que cada una de las cuatro especies que están involucradas en los “Arbaät Ha´Minim” representa uno de los órganos principales en el funcionamiento del cuerpo humano. El Etrog – representa el corazón, el centro de los deseos y sentimientos de la persona. El Hadas – representa los ojos de la persona, órgano con el cual observamos. La Äravá – representa la boca de la persona, órgano con el cual podemos hablar. Y finalmente el Lulav – representa la columna vertebral de la persona.
Si nos fijamos bien, al tomar las cuatro especies para realizar la mitzváh, ¿Qué bendición recitamos? “Asher Kideshanu be´mitzvotav, ve´tzivanu, äl netilat Lulav”. ¿Por qué? ¿Qué tiene de especial el Lulav por sobre el resto de las especies que justamente bendecimos por él y no por el resto? El Etrog – el cual representa el corazón de la persona, aparentemente es más importante, ¿Cierto? Por lo que técnicamente debiéramos quizás recitar la bendición por él, aparte es el único que tiene tanto olor como sabor. Sin embargo, sobre esta pregunta contesta la Guemará [Sucáh 37b]: “Hoil ve´gavoha mi´kulam” (La razón por la cual bendecimos por el Lulav es dado que el Lulav es el más alto de todos).
¿Qué profundidad existe en esta respuesta de la Guemará? ¿Acaso la altura es el componente más importante de todos? Obviamente que no, sino que lo que nos viene a decir la Guemará es que el Lulav es el más importante dado que representa la columna vertebral, y la columna vertebral, la cual es la encargada de permitir el movimiento corporal de la persona, comienza del cerebro, el cual es el principal motor del ser humano. El cerebro es el santuario de la sabiduría y el conocimiento de la persona, es la fuente de vida de todos los órganos del ser humano.
Eso es a lo que se refirieron nuestros sabios al decirnos que el Lulav es el más elevado de todos, que en realidad el Lulav posee su raíz conectada al órgano más importante de todos que es el cerebro. Y la pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué El Creador nos creo de esta forma donde el órgano que representa el santuario de los pensamientos esta directamente conectado con el órgano que posee el santuario de los movimientos y los órganos?
La respuesta Rabotay, es que para servir Al Creador como debe ser, para poder servir Al Creador con la alegría que lo amerita, no podemos separar ambas cosas. No podemos creer que solamente a través de tener pensamientos de alegría, y solamente a través de dedicar nuestro conocimiento y nuestros pensamientos Al Creador, vamos a poder trabajarlo como debe ser, con la alegría que lo amerita, es por eso que viene la Toráh y nos dice: “u´lkajtem lajem” (y tomaran para ustedes), tomen las cuatro especies y reúnelas en su mano. Tomen el cerebro, el corazón, los ojos, y la boca, y únanlos todos juntos para utilizarlos y hacer la voluntad Del Creador.
Dice el Rey Shelomó en Mishlé [23:26]: “Tená beni libeja ve´ëneja derajai titzorena”. Dice el Talmud Yerushalmi [Berajot capitulo 1, halajá 5] sobre esto: “Amar HaKadosh Baruj Hu” (Dijo HaKadosh Baruj Hu) “I yahavtá li libeja ve´ëneja” (Si es que me entregaste tu corazón y tus ojos), “Ana yadä deat li” (Yo sabré que eres Mío).
Esta es la raíz de la alegría, el entender de que solamente vamos a poder llegar a trabajar con alegría real Al Creador cuando sintamos que hayamos entregado todo nuestro cuerpo Al Creador, y no solamente nuestros pensamientos, sino que debemos incluir también nuestro cuerpo en el trabajo de H´, vivir las mitzvot en cada órgano de nuestro cuerpo, involucrando el resto de nuestros órganos al momento de servirlo, y al igual que la esposa de Rabi Avraham sentía una tremenda alegría y emoción cada vez que veía la casa que había entregado para hacer la voluntad Del Creador, netamente por el tremendo sacrificio que significaba haberlo hecho, imagínense la alegría que nosotros podamos sentir cuando sintamos que entregamos todo nuestro cuerpo y nuestros órganos al trabajo Del Creador.
Se cuenta que una vez un hombre muy rico, quien vivía en Estados Unidos, decidió viajar a Israel por primera vez en su vida para ver si acaso aquel viaje podía ayudarle a salir de una depresión que estaba viviendo. A pesar de que tenia todo lo material que podía desear, igual así se sentía vacío. Dentro de su visita a Israel, decidió ir al Kotel Ha´Maäravi justo dentro de los días de Jol Ha´Moëd Sucot. Y al llegar ahí, mientras se encontraba parado frente al muro, de repente ve como un hombre Jasid con un Lulav en la mano comienza a bailar y saltar de un lugar a otro, ida y vuelta, no paraba de bailar. Este hombre, quien por primera vez en su vida había visto algo así, estaba impactado de la alegría con la cual el hombre saltaba y bailaba con su Lulav. Se quedo mirándolo por 10 minutos, viendo como este hombre saltaba, bailaba, y cantaba por todo el sector del muro, a tal punto que la alegría que irradiaba este Jasid bailando logró penetrar en su corazón y subirle el animo, algo que nadie más había logrado hacer. Fue tan grata la sensación que sintió este hombre rico al ver a este Jasid bailando y cantando con su Lulav, que se dijo a sí mismo: “Si es que esta es la alegría que la Toráh le entrega a las personas, quiero hacer una donación a una Yeshivá ahora mismo.” Y así fue, el hombre escribió un cheque de 500.000 dólares, lo cual en aquellos tiempos era incluso más dinero de lo que es hoy, y se lo entrego a una Yeshiváh de Yerushalaim la cual estaba justo a punto de cerrar por falta de fondos.
Pasaron los años, y este hombre Jasid que estaba bailando en el Kotel Ha´Maäravi falleció. Durante los días de la shivá de él, vino este hombre en un sueño donde su hijo y le dijo lo siguiente: “Hijo mío, necesito contarte algo solamente para que sepas la importancia de la alegría al momento de trabajar a H´. Cuando fallecí, y me paré frente al juicio Celestial, entre otras cosas comenzaron a contar las horas de estudio de Toráh que tuve en este mundo. Para mi gran sorpresa, me dijeron que tenia 3.5 millones de horas de estudio de Toráh a mi favor. Yo no entendía de que estaban hablando, hice una cuenta rápida y no había forma que yo hubiera estudiado esa cantidad de horas. Tu sabes, yo trabajaba medio día y estudiaba medio día, y para poder llegar a esta cantidad de horas de estudio de Toráh tendría que haber vivido más de 10.000 años. Por ende, ¿Qué me explicaron? Qué una vez un hombre rico me vio saltando y bailando alegremente con mi Lulav en el Kotel HaMaäravi durante Jol HaMoëd Sucot, y fue tanto lo que se impresionó, que decidió donar un monto muy grande de dinero el cual fue capas de salvar una Yeshivá que iba a cerrar por falta de fondos. Eso causó que todo el merito de las horas de Toráh que se estudiaron en aquella Yeshiva desde ahí en adelante por todos los alumnos, fueron asignadas a mi merito, ya que yo fui el que causo que este hombre rico done ese cheque a la Yeshivá, y es por eso que cuando llegué al Cielo, tenia nada mas y nada menos que 3.5 millones de horas de Toráh a mi favor. Te vengo a decir esto, solamente para que entiendas la importancia de la alegría a la hora de trabajar a H´ y lo que eso puede causar en otros, por ende anda y cuéntale al resto”. Y así fue, este hijo fue contando la historia al resto hasta que se hizo famosa la historia, solamente para que veamos la importancia de involucrar todo nuestro cuerpo en la alegría de trabajar a H´.
Yehi Ratzón que tengamos el merito de trabajar Al Creador con alegría siempre, sabiendo transmitirla tanto en nuestra cabeza como en el resto de nuestros órganos, irradiando aquella alegría al igual que lo hizo este Jasid.
Shabat Shalom y Moädim le´Simjáh.